1. CONTEXTO HISTÓRICO


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Estamos en los siglos V y IV a.C., la llamada época clásica de Grecia. Estamos en la ciudad-estado (πολις) de Atenas. El dinero corre a espuertas por los bolsillos de sus ciudadanos. ¿Por qué? Pues bien, porque Atenas se ha convertido en la cabeza de las ciudades griegas: una superpotencia. A principios del siglo V a.C. Atenas, Esparta y el resto de polis ganaron las guerras médicas al Imperio Persa (desde 490 a.C. hasta 478 a.C.) y el mar ha quedado libre de amenazas para los barcos atenienses, que lo surcan llevando y trayendo mercancías.
La industria de exquisitas cerámicas áticas produce muchísimo: encontramos vasijas en el último rincón del Mediterráneo, incluso en la otra punta, donde en la zona del levante de la península ibérica; la Contestania, la Bastetania o la Edetania (Murcia), las tribus autóctonas flipan con este producto y lo utilizan como símbolo de lujo y alto estatus social. Atenas rivaliza con otras polis griegas, como Corinto, y con otras naciones, como los fenicios, por colocar sus productos y copar las grandes vías comerciales conectando todos los pueblos del Mediterráneo con sus raudas naves.
Al mismo tiempo, la alianza de ciudades que vencieron conjuntamente, bajo el liderazo de Atenas y Esparta, a los persas Darío y Jerjes, se ha desintegrado, y ambas ciudades han crecido en poderío por encima de todas las demás, convirtiéndose ellas mismas poco a poco en imperios: Atenas encabeza la Liga ático-délica, que congrega prácticamente a todas las ciudades en torno al mar Egeo, y decide casi unilateralmente sobre el tesoro de la alianza depositado en la minúscula isla de Delos. A cambio, los ciudadanos de esas ciudades pueden disfrutar del privilegio de viajar a la grandiosa Atenas y disfrutar de sus servicios y espectáculos.
En cambio, Esparta se ha encerrado sobre sí misma y basa su poderío en la fuerza bruta; en el durísimo entrenamiento a que somete a sus ciudadanos, convertidos prácticamente en soldados profesionales, y extrae sus recursos de la explotación de los pueblos vecinos. Comanda, además, una alianza (casi imperio, también) de ciudades al sur del istmo de Coritno: la Liga del Peloponeso.
Ambos bloques, inician una especie de guerra fría de rivalidad y hostilidad creciente que explotará en la guerra del Peloponeso (del 431 a.C. al 404 a.C.) y será la semilla del principio del fin de los dos siglos de esplendor político helénico. 
Estamos en los siglos V y IV a.C., la llamada época clásica de Grecia. Estamos en la ciudad-estado (πολις) de Atenas. El dinero corre a espuertas por los bolsillos de sus ciudadanos. ¿Por qué? Pues bien, porque Atenas se ha convertido en la cabeza de las ciudades griegas: una superpotencia. A principios del siglo V a.C. Atenas, Esparta y el resto de polis ganaron las guerras médicas al Imperio Persa (desde 490 a.C. hasta 478 a.C.) y el mar ha quedado libre de amenazas para los barcos atenienses, que lo surcan llevando y trayendo mercancías.
La industria de exquisitas cerámicas áticas produce muchísimo: encontramos vasijas en el último rincón del Mediterráneo, incluso en la otra punta, donde en la zona del levante de la península ibérica; la Contestania, la Bastetania o la Edetania (Murcia), las tribus autóctonas flipan con este producto y lo utilizan como símbolo de lujo y alto estatus social. Atenas rivaliza con otras polis griegas, como Corinto, y con otras naciones, como los fenicios, por colocar sus productos y copar las grandes vías comerciales conectando todos los pueblos del Mediterráneo con sus raudas naves.
Al mismo tiempo, la alianza de ciudades que vencieron conjuntamente, bajo el liderazo de Atenas y Esparta, a los persas Darío y Jerjes, se ha desintegrado, y ambas ciudades han crecido en poderío por encima de todas las demás, convirtiéndose ellas mismas poco a poco en imperios: Atenas encabeza la Liga ático-délica, que congrega prácticamente a todas las ciudades en torno al mar Egeo, y decide casi unilateralmente sobre el tesoro de la alianza depositado en la minúscula isla de Delos. A cambio, los ciudadanos de esas ciudades pueden disfrutar del privilegio de viajar a la grandiosa Atenas y disfrutar de sus servicios y espectáculos.
En cambio, Esparta se ha encerrado sobre sí misma y basa su poderío en la fuerza bruta; en el durísimo entrenamiento a que somete a sus ciudadanos, convertidos prácticamente en soldados profesionales, y extrae sus recursos de la explotación de los pueblos vecinos. Comanda, además, una alianza (casi imperio, también) de ciudades al sur del istmo de Coritno: la Liga del Peloponeso.
Ambos bloques, inician una especie de guerra fría de rivalidad y hostilidad creciente que explotará en la guerra del Peloponeso (del 431 a.C. al 404 a.C.) y será la semilla del principio del fin de los dos siglos de esplendor político helénico.